Codiciados por Londres o Berlín, los temporeros rumanos se marchan pese a los estragos de la pandemia de coronavirus. Desde empleadas de hogar hasta recolectores de fruta se encuentran en el centro de las negociaciones sin precedentes surgidas a raíz de la escasez de mano de obra causada por la crisis sanitaria.

Muncitorii romaniFoto: Hotnews

"Los temporeros representan solo una minoría entre los emigrantes rumanos, pero en las últimas semanas se han vuelto muy visibles", reconoce a AFP el sociólogo Iulian Stanescu del Instituto de Investigación de Calidad de Vida (ICCV).

La diáspora rumana cuenta con alrededor de 4 millones de personas en todo el mundo, incluidos muchos informáticos, médicos y otros graduados, pero son los trabajadores más precarios y menos calificados por los que las autoridades de la Europa occidental se están movilizando.

A pesar de las prohibiciones de viaje vigentes en el continente, desde el comienzo de la epidemia se han fletado docenas de vuelos especiales para transportar mano de obra rumana y salvar los cultivos de espárragos y fresas alemanes o británicos.

Hasta Viena está tratando de convencer a Bucarest de que establezca un enlace ferroviario semanal para facilitar el transporte de miles de empleadas de hogar con el propósito de cuidar a las personas mayores austriacas que necesitan asistencia médica día y noche.

Exportar en vez de luchar contra la pobreza

Esta presión genera sentimientos ambivalentes entre los responsables rumanos: Por un lado, miedo a ver trabajadores mal protegidos frente al riesgo de contagio y susceptibles de llevar el virus a su país; y, por otro lado, la necesidad económica real de esta migración.

Conocidos en su país como "capsunari" (recolectores de fresas), los emigrantes representan una fuente esencial de remesas: Enviaron el pasado año a sus familias 7.200 millones de dólares (6.600 millones de euros), casi un tercio más que la inversión extranjera directa captada por Rumania.

"Para los dirigentes rumanos, sea cual sea su orientación política, siempre les ha sido más fácil exportar esta mano de obra que implementar políticas contra la pobreza, ya que se debe gastar mucho dinero", precisa¡ Stanescu.

La transición del país a una economía de mercado conllevó el cierre de muchas fábricas heredadas del régimen comunista durante las últimas tres décadas y el colapso de empresas estatales, lo que dejó a millones de trabajadores sin trabajo.

Como consecuencia, recoger frutas o verduras en Europa occidental durante tres meses les permite a estas personas sobrevivir durante el resto del año.

“No hay opción"

"Nos vamos porque lo necesitamos. No es fácil para nosotros", señala a AFP un temporero de 35 años, Ionel, antes de tomar un vuelo charter desde de Bucarest a Reino Unido.

A su lado, en la sala de embarque del aeropuerto, mujeres y hombres de todas las edades pasarán también tres meses en los viñedos británicos. Todos ellos usan mascarillas.

"He estado haciendo esto durante mucho tiempo, pero ahora parece diferente. Tengo una sensación extraña. Dejé a mis hijos y a mis padres en casa", agrega Ionel.

"No fue una decisión fácil, pero no tuve otra opción", relata Tinca, una joven de 22 años que trabajará por primera vez como jornalero en el extranjero.

Según varias empresas que reclutan para la recolecta en Alemania, los temporeros cobran 9.35 euros por hora, lo que equivale a unos 1.300 euros por mes. En Rumanía, el salario neto medio ronda los 660 euros al mes.

"Esperamos un aumento de candidatos, puesto que será aún más difícil llegar a fin de mes en Rumania", un país de 19 millones de habitantes, cuenta a AFP Sergiu Marian, jefe de la empresa Christian Sallemaier.

Mientras que los medios de comunicación informan de "abuso" por parte de empleadores casi sin escrúpulos y cuestionan las medidas de protección de los temporeros contra la Covid-19, hay otra vertiente que critica al Gobierno liberal, acusado de permitir que los ciudadanos rumanos sean "tratados como esclavos en las plantaciones".

La Defensora del Pueblo, Renate Weber, mostró su preocupación por la salud de los recolectores de frutas que se habían ido a Alemania al pedir a Berlín "detalles sobre las condiciones sanitarias y alojamiento" reservado para ellos.

Por su parte, el eurodiputado socialista Victor Negrescu solicitó al Defensor del Pueblo Europeo que garantice el respeto de los derechos de sus conciudadanos. "Losjornaleros rumanos no son esclavos", abundó. "La dignidad humana y la salud no son negociables”, concluyó.